miércoles, 17 de diciembre de 2008

Capítulo 5: Al Borde del Precipicio


La Criatura siempre supo que El Cerdo vivía dentro de ella. Durante las noches escuchaba ronquidos en su interior como los de su mascota, aquellos cuando no la dejaba dormir y la despertaba una y otra vez.

Una mañana cualquiera despertó con mucha hambre, triste, recordó que hacía pocos meses que se había devorado a su mascotita.

Solitaria, salió a dar u paseo a la selva.

Caminando por una vereda, a lo lejos, en lo alto de una palmera, una cosa rosa se movía de un lado a otro. Se acercó intrigada y la sonrisa en su rostro regresó. Había encontrado un globo, que más o menos era así:
Un cerdo, chimuelo, con una cabeza de piña, un cerdo tropical. ¿Quién lo dejó ahí y cómo llegó? Tal vez un perro soñador, alguna mariposa negra o algún simio en excursión.

La Criatura escaló la palmera, resbaló y casi cae al suelo. Escuchó voces de quien sabe donde que le pedían que tomara el globo del cerdo tropical.

Cuando llegó hasta la punta de la palmera, tomo el globo como paracaídas y bajó al suelo.

Decidió ir a dar un paseo junto a él.

La Criatura caminaba con su globo en la mano, feliz y tranquila por la vereda, la cual estaba rodeada de piedritas de río y unas flores llamadas Gerberas, que tenían los tallos en forma de gusano. De pronto, a lo lejos, observó un destello de luz y corrió rápidamente para saber qué era; encontrando que aquello que brillaba en el suelo y que era filoso, era un diente. La Criatura recordó que su mascota se había golpeado alguna vez contra una puerta, y justamente había perdido un diente.
Tal vez El Cerdo, había reencarnado y ahora había tomado la forma de un globo tropical.

De nuevo, la criatura volvió a escuchar voces, parecidas a las de loros que cantan y hablan. Era muy difícil escuchar con exactitud lo que decían. También se escuchaban chillidos como los de El Cerdo.

El viento comenzó a soplar muy fuerte y cielo se oscureció.

Mientras más cerca estaba la criatura las voces se escuchaban con más fuerza. La vereda terminaba en la punta de un risco, en un cañón vacío y árido donde el viento, es violento y destructivo.

Ante la confusión y la emoción, La Criatura corrió desesperadamente, y cada vez escuchaba más fuerte y cerca aquellas voces y chillidos extraños. Justo, al llegar a la punta del risco donde el camino terminaba, La Criatura sintió una sacudida terrible y soltó el globo de El Cerdo Tropical.
La Criatura miró hacia el cielo, ahora negro y vio como poco a poco, su tropipuerco se alejaba más, y más.
Se cayó de golpe al suelo empedrado y se soltó a llorar profundamente. Una vez más había perdido a su mascotita.

Era tan grande su dolor que comenzó a tomar vida propia, su corazón comenzó a latir en desmedida, muy parecido a una taquicardia. A La Criatura le empezó a faltar la respiración, sintió como si miles de hormigas caminaran sobre su cuerpo. De pronto, comenzó a descorazonarse totalmente, poco a poco fue perdiendo la sensación de vida en las partes de su cuerpo. Casi cerrando ya sus ojos, al borde del desmayo, lo único que alcanzaba a ver era como el diente que había encontrado, se iba partiendo también en miles de cachitos negros como la ceniza.
Ya, entre sus últimas sensaciones de parpadeo, alcanzó a observar que la sangre que salía de su corazón había caído al vacío árido y que tanta sangre se había transformado en un mar violento y caótico.

Los ojos de La Criatura se cerraron.

Cuando despertó, en su sillón de monstruo, se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Sin embargo, no se explicaba cómo su habitación estaba inundada.
Fue entonces, que La Criatura seguía sabiendo, que entre la realidad y la ficción, El Cerdo de una u otra manera siempre regresaría a ella, aún en sus sueños.

La criatura se volvió a dormir.

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